“En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y no solo en esto, sino también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado.” Romanos 5:1-5 NVI
La vida ofrece una variedad de experiencias. Algunos son recuerdos preciados, como el día en que alcanzamos un objetivo tan esperado, tuvimos a nuestro hijo en nuestros brazos o finalmente rompimos un ciclo negativo. Otras experiencias de vida nos dejan rotos. Queremos olvidar, pero las heridas lo hacen imposible. En esos tiempos, es tentador ver el sufrimiento a través de la lente de "¿Por qué yo?" O señalamos con el dedo a Dios y exigimos saber por qué no hizo algo. Nos damos la espalda del consuelo que puede extendernos en nuestras temporadas de dificultades.
Las dificultades son parte de esta vida. Le suceden a aquellos que conocen a Cristo y a aquellos que no lo conocen. Las dificultades no favorecen a una persona sobre otra, aunque a veces pueda parecer así. Debido a Cristo en nosotros, tenemos la gloriosa oportunidad de ver las temporadas de sufrimiento a través de una lente diferente. La angustia y la aflicción pueden ser una de las bendiciones de nuestra relación con Dios a través de Cristo debido a lo que produce en nuestra vida y los beneficios que aporta.
Las dificultades y problemas a los que nos enfrentamos pueden parecer presiones de nuestro trabajo, escuela, finanzas, situaciones familiares, problemas de salud, tragedias, penas, persecuciones, malos tratos o soledad. Cuando descartamos nuestras dificultades porque no son tan malas como las de otra persona, nos perdemos las bendiciones que Dios tiene para nosotros dentro de nuestras pruebas.
Dios nos asegura su presencia en todas las cosas. Nos permite depender de él y nos ayuda a acercarnos a él. Podemos terminar bien una temporada de dificultades cuando nos damos cuenta de que ganamos fuerza y madurez. Estos beneficios fortalecen nuestros corazones para una futura temporada difícil. Sabemos que el sufrimiento produce perseverancia, que es la capacidad de soportar. Esto produce carácter al fortalecer nuestra determinación de elegir honrar a Dios a través de lo que sea que enfrentemos. Esta fuerza de carácter produce entonces una esperanza que mira hacia un futuro con Dios.
Jesús volverá y hará que todo sea nuevo y arreglará las cosas. Mientras tanto, mientras esperamos, Dios vierte su amor en nuestros corazones a través del poder del Espíritu Santo para consolarnos y acercarnos a la presencia de Jesús. Con la perspectiva del bien que nuestras dificultades pueden crear en nuestras vidas, podemos aprender a gloriarnos en ellas debido a lo que Dios producirá en nosotros.
Dios usa las dificultades maravillosamente en nuestras vidas para crear la cadena de la madurez cristiana: la perseverancia produce carácter; el carácter produce esperanza. Se construyen el uno sobre el otro. No necesitamos crear dificultades o buscarlas, pero no necesitamos despreciarlas o perder la esperanza cuando nos enfrentamos a ellas. Podemos terminar bien nuestras temporadas de dificultades porque sabemos que Dios las usa para crear en nosotros una madurez que nos permita animar a los demás.
Las temporadas de dificultades pueden crear sentimientos de desánimo en nuestros corazones, especialmente cuando han durado mucho tiempo. La carga de vivir a través de ellos afecta a nuestro cuerpo, y podemos sentirnos débiles. Pero podemos terminar bien si recordamos confiar en Dios para la capacidad de soportar, elegir vivir de acuerdo con sus caminos y mirar a Jesús, nuestra esperanza.